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Un grupo de mujeres españolas exiliadas en Francia fueron deportadas al campo de concentración de Ravensbrück entre 1942 y 1945, en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Como Neus Català, que después de ser interrogada y torturada, fue condenada a trabajos forzados en ese lugar de exterminio. Llegó en febrero de 1944, junto a otras mil mujeres, la mayoría de la resistencia antifascista, recuerda Margarita Catalá, hija de Neus, y que transmite la «memoria heredada» en el acto 'Olvidadas', celebrado en la Institución Libre de Enseñanza. «Las hacían trabajar para el armamento alemán y lo saboteaban, sabiendo que se arriesgaban a la muerte. A algunas las cogieron y las mataron».
En la reclusión, a los horrores conocidos del exterminio nazi se sumaba la violencia sexual y «maternal», asegura la historiadora Amalia Rosado Orquín, autora de 'Españolas en los campos nazis'. Unas 400 españolas, la mayoría de identidad desconocida, fueron recluidas en los infiernos de Hitler, como Auschwitz, Bergen-Belsen, Buchenwald, Dachau o Ravensbrück.
Las que llegaron a los cercos de la muerte, tuvieron sus propias formas de resistencia, como la cultura, señala Català, cuya madre «tenía voz de soprano». «Frente a esa vida completamente vacía y atroz, crearon coros en los comandos de trabajo. Se hacía teatro, se daban clases de idiomas, historia, dibujo... actividades prohibidas y cruelmente reprimidas. Pero el canto era una expresión de su esperanza y de sus ganas de vivir, que las conectaba con el pasado cuando eran libres y también entre ellas».
De las deportadas españolas a los campos de concentración se sabe poco porque, tras su liberación, volvieron a Francia y no a España. «Conocemos al menos un caso de una superviviente que sí volvió a España y fue inmediatamente encarcelada», mantiene June Telletxea García, intérprete del ensemble Cantaderas y que hizo una investigación en el propio campo para averiguar las piezas que cantaban las deportadas. «Por sus testimonios sabemos cómo la música las ayudó a resistir».
«Cuando salieron del campo, las deportadas que pudieron salir, claro, fue muy difícil porque la gente no las escuchaba. O no quería saber», afirma Català. «Para otras mujeres aún fue peor. Les decían que si se habían salvado era porque se habían vendido a los alemanes. Los deportados españoles no pudieron regresar a España y mi madre estuvo casi 40 años en el exilio. Ella nunca habló de lo que había sufrido. Hablaba de los demás, de lo que había visto. Pero tenía pesadillas terribles. Soñaba que estaba en el campo con sus hijos».
Como una forma de resistencia, Català recogió durante mucho tiempo testimonios de otras deportadas, como ella, y llegó a recabar 52. Entonces Neus Català tuvo la fuerza para escribir su experiencia. La escritura, como otra pieza cultural, la recuperó. «Fue como una catarsis», recuerda su hija.
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Óscar Bellot | Madrid y Guillermo Villar
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