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Vera cruza la puerta principal del hospital Txagorritxu y desde ese momento se convierte en la absoluta protagonista. Una niña se acerca curiosa a acariciarla, ... todas las miradas de los que entran y salen se dirigen a ella, arranca unas cuantas sonrisas y cuando sube hasta la séptima planta las enfermeras tampoco pueden resistirse a sus encantos. En cuestión de segundos el ambiente se percibe más amable y es gracias a la presencia de esta spaniel bretón, imagen del novedoso proyecto MASK-Hospital que Osakidetza acaba de poner en marcha en la OSI Araba con la intención de expandirlo al resto de Euskadi.
La iniciativa consiste en que los perros puedan visitar a sus dueños ingresados en el exterior de Txagorritxu o Santiago, en el hall o incluso en la propia habitación. Para ello se ha elaborado un detallado protocolo en el que se indican los requisitos que deben cumplir las mascotas y cómo se desarrollarán las visitas, pero en principio podrá acceder cualquier perro (no hay limitaciones por raza) de cualquier paciente, aunque la lógica invita a pensar que serán personas con estancias prolongadas (al menos una semana) quienes soliciten este servicio pionero. En España existen proyectos similares en hospitales de Cataluña, Andalucía o Castilla y León, aunque en muchos casos se centran en pacientes con cuidados paliativos que requieren esta compañía en los momentos finales de la vida. En el caso de Vitoria el concepto es mucho más amplio.
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«Es un proyecto precioso que encaja perfectamente con el modelo de humanización que perseguimos. Un hospital es de por sí un entorno hostil, y con acciones como esta tratamos de humanizarlo tanto para los pacientes como para sus familias», sostiene Susana López Altuna, directora general de Osakidetza. «Tan solo con su presencia, un animal provoca sorpresa y saca una sonrisa. En el hospital se genera un entorno mucho más amigable y en cuanto a los pacientes, hay evidencia científica de sobra sobre los beneficios que para ellos supone una visita así», coinciden Enrique Bárez, director de la OSI Araba, y Juanjo Jaras, secretario de la comisión de humanización.
La cercanía de un perro puede ayudar a liberar oxitocina (que promueve la calma y el bienestar) y reducir los niveles de cortisol (la hormona del estrés). Además, está demostrado que acariciar a un animal tiene efectos calmantes y gracias a este efecto relajante se consigue una respiración más pausada y profunda. En el caso de personas mayores o con enfermedades neurológicas, ver a su mascota puede incluso estimular su memoria y la conversación y favorece la interacción con todos los que participan en la visita. En pacientes terminales, este encuentro puede brindar un momento de paz y alegría reduciendo así el sufrimiento psicológico y el miedo a la muerte.
«En la pandemia lo vimos perfectamente. Aquella soledad no deseada hizo muchísimo daño y nos ha hecho cambiar el chip», desliza Juanjo Jaras. Pero más allá de la época del covid, los sanitarios observan en su día a día situaciones en la que personas ingresadas tienen muy presentes a sus compañeros de cuatro patas. «No tienen familia pero sí una mascota con la que conviven, que para ellos es lo más importante y a la que echan muchísimo de menos. Con este proyecto vamos a poder ayudarles en su recuperación y alegrarles la estancia aquí», reflexiona David Silva, responsable de celadores de la OSI Araba.
Serán precisamente estos profesionales sanitarios, los celadores, los encargados de gestionar estas visitas perrunas que siempre deberán realizarse en horario de tarde ya que es un momento más tranquilo que las mañanas.
Si el paciente puede salir al exterior se facilitarán los encuentros en el jardín, como una manera de que el convaleciente también esté un tiempo al aire libre. Si la meteorología o la situación clínica no lo permiten, los perros podrán acceder hasta el hall de Txagorritxu o Santiago, donde se habilitará una zona identificada con cartelería para este fin. El tercero de los escenarios es que el perro acceda hasta la habitación, siempre que el compañero de la cama de al lado dé su consentimiento. Todo esto siempre previa autorización del médico responsable y el jefe de unidad.
Se ha estimado que los encuentros tendrán una duración aproximada de 30 minutos, aunque la experiencia se podrá alargar dependiendo del caso concreto, y el animal deberá acudir siempre acompañado por una persona de confianza. Ese número será ampliable en función de la situación clínica del paciente, por ejemplo, una abuela que desea que vayan sus dos nietos a verla con la mascota.
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