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Izeta anotó por partida doble y acabó cerrando el choque. Igor Aizpuru

El Mirandés es un boxeador con mandíbula de acero

El conjunto de Lisci hace gala de su resiliencia y acaba aprovechando las oportunidades que genera con paciencia

Toni Caballero

Miranda de Ebro

Viernes, 13 de junio 2025, 00:25

En el deporte de combate, sobre todo en el mundo del boxeo, la mandíbula de acero es un término figurativo que se refiere a la capacidad de un luchador para tolerar un traumatismo en la barbilla y evitar quedar inconsciente. En general, la porción de la mandíbula del cráneo, y específicamente la punta, es el área más vulnerable a un golpe de nocaut y, por lo tanto; tener una tolerancia excepcional al castigo en esta zona dota de una gran ventaja al luchador. Llevando este símil al césped, ésta podría ser la más significativa y preponderante virtud de las atribuidas hoy en día al Club Deportivo Mirandés.

Y es que el escuadrón de Alessio Lisci no es sino un púgil de calzón rojinegro que sabe cuando golpear, defenderse o incluso contemporizar sobre el ring; pero sobre todo emociona por su capacidad de resistir a los golpes para seguir intentándolo y acabar reponiéndose cuando algunos ilusos empiezan a darlo por muerto.

La temporada ha dejado numerosas muestras de ello. «Todos pensaban que nos íbamos a caer y aquí estamos», clamaba Sergio Postigo en la arenga previa al choque de Santander. Pues bien, los jabatos no se cayeron en El Sardinero cuando vieron como se esfumaba un más que merecido triunfo en los últimos segundos, pero tampoco desistieron ayer tras una primera parte igualada, de masticar mucho, ni siquiera al ver como el Racing empataba el choque en una jugada aislada.

Tampoco se rindieron cuando cedieron derrotas en campos a priori asequibles, con equipos que peleaban por evitar el descenso, ni al encadenar cuatro resultados adversos en un momento clave de la campaña. Entonces, llegó el derbi contra el Burgos y, de nuevo, un agónico gol de Joel Roca puso a Rocky Balboa en liza cuando parecía que el sueño del play off comenzaba a peligrar. A estas alturas de la temporada, se puede asegurar que el Mirandés no va a caerse y que el Real Oviedo tendrá que rematarlo varias veces si quiere ver cumplido su sueño de volver a Primera.

El Racing volvió a sufrir la resiliencia del equipo de Anduva en estado puro, al igual que lo hizo en temporada regular. Otra vez una segunda parte de ensueño, de un vendaval eléctrico con hasta tres goles en ocho minutos; una tormenta perfecta para borrar a los rivales del mapa.

El Mirandés sabe morder e imponer condiciones, pero también aguardar y sufrir para salir vivo de todos los minipartidos que se engloban dentro de un mismo choque. La palmera que aguanta el huracán y acaba disfrutando del sol, el boxeador con mandíbula de acero rojillo que hace de Anduva un fortín prácticamente inexpugnable y que el domingo encarará su undécimo asalto del año.

Otra segunda parte de museo

En otro orden de atributos, el equipo de Miranda mejora casi siempre tras pasar por vestuarios. Es una obviedad y los entretiempos a menudo le sirven para corregir errores, recargar las pilas y saltar con un aire nuevo, con mayor empuje. El choque de ayer, en este sentido, fue un calco a los dos que el Mirandés ha disputado con el Racing de Santander durante la temporada regular.

Tras una buena primera parte, en la que volvió a ser mejor que su contrincante, los locales salieron de vestidores con sangre en el ojo. Una vez más, la avalancha jabata arrasó con los cántabros. Al ser consultado por el secreto de sus indicaciones en la intimidad del vestuario, el técnico italiano siempre ha repetido que tan sólo repasa cuestiones deportivas. Sin embargo, sus pupilos acostumbran a salir con un plus tanto en lo deportivo como en lo emocional.

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